Textos

La rotonda del cielo es un libro de poesías editado en 2001 por la Editorial Revuelto Magallanes.
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REYNALDO JIMENEZ
Sobre la Rotonda del Cielo
Texto leído en la presentación del libro, en el año 2001 en S. C. de Bariloche.

Ante lo que no va ni viene en línea recta, ante lo que se presenta como íntegro devenir y por ende mutación, sólo resta perderse; a lo sumo cabría señalar que La rotonda del cielo es un libro cenestésico, hecho más de sensaciones y retazos de percepción que de afirmaciones conceptuales, más de presentimientos y pulsiones maceradas que de acopios de la memoria cultural. Aun cuando su metáfora inicial y maternal, femeninamente abarcadora -la del título-, sea la de la circularidad y por ende la extensión concéntrica, los textos en sí despliegan, a ritmo gorgoteante, una figuración en fuga, una hilación sólo asequible una vez que se acepta su juego de saltos: hay que dejarse asaltar por la ronda de imágenes muchas veces desasidas, para dar el salto con ellas, y así dar desapegado oído a una persistente reflexión que multiplica sus objetos, objetora de conciencia del sentido prefijado y, sin embargo, capaz de asumir la vera intensidad de un itinerario espiritual que, en cuanto tal, no instala sino en lo discontinuo, lo oblicuo, lo incompleto. La insuficiencia del lenguaje se trasluce como intermitencia del estar.

se escribe con el punto final puesto.
la ilusión en ese punto, la dirección de la flecha.
se escribe como se vive.

Surge así, qué duda cabe, la zona asequible de una poética que apuesta por la escritura en tanto pasaje, en un tránsito que parece presentarse por esquirlas de un diario íntimo del que sólo se nos permitiese hurgar los destellos, esos puntos (móviles) de máxima concentración energética en la palabra, allí donde, con toda precisión -es decir: con entera ambigüedad-, la voz escrita e imaginaria evita cualquier afirmación de la identidad. La insurgencia de esta poética, que apuesta por la fluidez compositiva, consiste en pelar conexiones y dejar al aire las inciertas galaxias itinerantes de su atisbo.

no más preguntas
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pintaré todo de blanco.

Subsiste en el tono del libro una persistente agitación (la manga del vendaval, la seda de la hoja) que eclosiona instancias barrocas, aunque no en la consagración a un estilo, a una línea premeditada de influjos, sino a causa de una dicha verbal de aliento cornucópico en asociaciones, frote dichoso y celebrante de los propios elementos utilizados, herramientas del ánima porosa por las que cantan los extremos, la extremada circulación. Cultura e instinto, si realmente pudieran separarse -según pretende un cierto adiestramiento-, son mitades que se integran recreando el hecho simbólico: sólo un animal / que escucha a chopin.
Hasta la aparición de una simple letra, ceniza basal para el continuo renacimiento de la atención implícito en el proceso compositivo del poema, apenas una zeta, ofrece la eclosión consciente de la voz en su posibilidad de incantamiento. La música del sentido está en la carnalidad de la dicción, que entona lo nombrado. Se detiene de continuo la voz puntuada, en la escritura de Pablo Cortondo, a medida que celebra y auspicia el silencio, esa sensación cuya verdad emotiva pero transpersonal interesa al oído porque afecta al sentido.

alguien habrá debajo,
olfateando lo sediento invisible.

Hay una confianza, profesión de fe, en estos poemas, que se aparta -como en la aceptación instintiva de un lujo primitivo, primordial, de austera condición en esencia y, sobre todo, de aventura- de ese enjambre presuroso empeñado en producirse como «nueva poesía» en nuestra parte del «mundo». La rotonda del cielo sencillamente no liga con las estéticas realistas al uso, identificadas de manera errónea y reduccionista con su generación -y ello debido a un hecho crucial en su trabajo: la sintaxis, la prosodia en su respiración, potencian las posibilidades expresivas de la lengua, poniendo en riesgo cualquier previsibilidad, aunque, cabe aclararlo, sin recaer tampoco en la prolija inconsistencia o el derrape efectista. Lejos de todo ello, estamos ante un libro que no dejará de ser leído en sucesión de entradas, en revisitaciones en pos de una reminiscencia enigmática que lo sustenta, a la luz de su escritura en suspensión. Poesía que hace más y más lugar al doble canto escondido:

dejo la ventana abierta:
el batik colgado se convierte en violín.
un laberinto y sin embargo, seguís
mi mano a través de la pared fresca.
oído, aullido suave de la lengua.


Algunos textos curatoriales, también pueden encontrarse en:
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